Dr. Jorge Zevallos

CMP 67474 - RNE 39074
Cirujano Abdominal y Laparoscópico

Especialista en Cirugía general y laparoscópica, todos los días nos dedicamos a ayudar a pacientes que necesitan cirugías de emergencia que debido a la saturación del sistema de salud, no pueden optar por una cirugía en los hospitales públicos, ofreciéndoles cirugías seguras y de calidad a un precio accesible.

Trabajo con las compañías de seguros: Pacífico, Rímac, La Positiva.

CIRUGIA SEGURA AL ALCANCE DE TODOS.

Especialidades y tratamientos

Manga gástrica, Colecistectomía abierta y laparoscópica, Apendicentomía abierta y laparoscópica, Enfermedades de reflujo gastroesofágico, Hemorroides, Fistula y Fisuras perianales, Exploración de vías biliares, Tumores de partes blandas, Traumatismos abdominales, Hernias y eventraciones, Obstrución intestinal.

Cálculos biliares

En la parte derecha de nuestro abdomen, se halla un pequeño órgano con forma de pera, llamado vesícula biliar. Como su propio nombre indica, su principal función es almacenar la bilis, un líquido que el hígado produce para ayudarnos a digerir las grasas. Cuando comemos, la vesícula biliar expulsa la bilis a través de un tubo -el conducto biliar común o colédoco- y la libera en el intestino delgado. Aquí se mezcla con los alimentos que el estómago ha digerido.
Sin embargo, a veces el flujo de esta sustancia a través de los conductos biliares desde la vesícula al aparato digestivo puede quedar obstruido, normalmente a causa de cálculos o pequeñas piedras que se forman en la vesícula o en el interior de los conductos.
Cuando las piedras se ubican en la vesícula biliar, la localización más frecuente, el trastorno se conoce como colelitiasis, mientras que se denomina coledocolitiasis cuando se encuentran en el interior del conducto biliar común. A veces, pueden coexistir los cálculos en ambas localizaciones. Puede darse la presencia de cálculos en otros conductos biliares, pero son más infrecuentes.

Los cálculos se forman cuando se endurecen ciertas sustancias que hay en la bilis, como colesterol, pigmento biliar o una combinación de ambos.
Son los cálculos biliares de colesterol aquellos que se originan, fundamentalmente, a consecuencia de un desequilibrio en la producción de este lípido o en la secreción de bilis: en condiciones normales, la bilis es capaz de disolver el colesterol eliminado por el hígado, pero si, por ejemplo, su concentración en la vesícula aumenta demasiado, a veces no logra disolverlo todo. En otras ocasiones, un déficit de sales biliares conducirá a la formación de cálculos por la misma razón. En ambos casos, el colesterol que queda puede cristalizarse y convertirse en cálculos, que suelen ser amarillos.
En cambio, los cálculos pigmentarios son de color marrón oscuro o negro, y se componen principalmente de bilirrubina, que es una sustancia derivada de la descomposición normal de los glóbulos rojos.
Por un lado, los cálculos de pigmento negro, son pequeños y duros, y sus causan pueden ser diversas (algunas enfermedades de la sangre, enfermedades hepáticas o del páncreas por abuso de alcohol o la edad avanzada). Y los de pigmento marrón son de consistencia más blanda, se derivan fundamentalmente de infecciones de la bilis por algunos gérmenes o infestaciones parasitarias que afectan a los conductos biliares.
El tamaño de los cálculos puede variar mucho -pueden ser pequeños como granos de arena o crecer hasta alcanzar el tamaño de pelotas de golf-. También es posible que se formen varios o solamente uno.

Si los cálculos llegan a obstruir algún conducto biliar por completo, puede producirse un dolor intenso y repentino en el abdomen, normalmente en su parte superior derecha o en el centro, bajo el esternón. A veces, se presenta acompañado de sudoración, vómitos y náuseas o se irradia a la espalda y al hombro derecho. Puede durar desde unos minutos a varias horas y suele estar desencadenado, pero no siempre, por la ingesta de comidas copiosas, sobre todo, cuando ha sido rica en grasas -aunque esta condición tampoco es imprescindible.

Apendicitis aguda

La apendicitis aguda consiste en la inflamación del apéndice, un pequeño órgano en forma de tubo de unos diez centímetros de longitud. Este se encuentra ubicado en la parte inferior derecha del abdomen y está unido a la primera parte del intestino grueso. Es alargado y su forma puede recordar a una lombriz o a un dedo de guante.
Aunque la pared del apéndice contiene tejido linfático que interviene en procesos inmunológicos, este órgano no tiene ninguna función conocida en el ser humano y es un vestigio evolutivo. El problema radica cuando se obstruye por diferentes causas y se inflama. Si no se interviene quirúrgicamente  ante esta situación, el apéndice puede romperse y derivar en una peritonitis.

En los pacientes más jóvenes, puede deberse al aumento de los tejidos linfáticos provocado por alguna infección en otra localización (Escherichia coli, Steptococcus viridans y bacteroides son los agentes más comunes).

En personas de más edad, una de las causas más habituales es la obstrucción por restos de heces, vegetales, semillas y, menos frecuentemente, por la torsión o estrangulamiento de la arteria que aporta sangre al apéndice.
En ocasiones, los responsables también pueden ser parásitos intestinales o tumores como el carcinoide, mientras que en algunos casos la causa es desconocida.

El primer síntoma de una apendicitis es, a menudo, dolor en la región inferior derecha del abdomen, donde se sitúan el ciego y el apéndice. Al principio, este dolor puede ser leve y más difuso, e incluso percibirse en otras zonas (alrededor del ombligo). Luego se torna más intenso y agudo y se dirige hacia el cuadrante inferior derecho.
Inicialmente puede  asociarse otros síntomas como:
• Falta de apetito.
• Fiebre.
• Náuseas y vómitos.
• Más tarde, pueden aparecer fiebre alta con escalofríos y dolor muy intenso a nivel abdominal.

Manga gástrica

La cirugía de la manga gástrica consiste en una reducción importante del estómago indicado fundamentalmente para la pérdida de peso.
El proceso se realiza por vía laparoscópica, se puede realizar también por cirugía abierta, aunque hoy en día únicamente se realiza en casos especiales. La recuperación, los beneficios estéticos y la seguridad de la laparoscopia hacen que hoy en día esta técnica sea la recomendada.
La reducción del estómago se realiza convirtiéndolo en una especie de tubo para notar saciedad temprana y poder así perder el exceso de peso. Se siguen unos pasos estrictos para evitar la que la resección sea insuficiente o excesiva.

Hernia inguinal

La hernia inguinal es la protrusión o salida al exterior del contenido de una cavidad, generalmente a través de un orificio natural o de una zona de debilidad de la pared que lo contiene.
Alrededor del 75% de todas las hernias se presentan en la región inguinal, de modo que por hernia inguinal se entiende la salida al exterior del contenido de la cavidad abdominal (generalmente asas de intestino) a nivel de la región inguinal.
El diagnóstico de la hernia inguinal reside en la comprobación de la existencia de protrusión a nivel herniario sobre todo al realizar maniobras de esfuerzo abdominal, al toser, etc, por lo que, la mayor parte de la veces, la exploración física revela la presencia de la hernia.
La ecografía y la TAC son útiles para la detección de pequeñas hernias. En algunos casos, la hernias alcanzan un gran tamaño, siendo aparentes a simple vista.

Una de los últimos avances en el tratamiento quirúrgico de las hernias inguinales consiste en la reparación de las mismas por vía laparoscópica.

Obstrucción intestinal

 • Las causas más frecuentes en adultos son el tejido cicatricial derivado de una intervención quirúrgica abdominal previa, las hernias, y los tumores.
• Son síntomas frecuentes el dolor, la hinchazón y la falta de apetito.
• El diagnóstico se basa en los resultados de la exploración física y radiológica.
• Con frecuencia, es necesaria una cirugía para liberar la obstrucción.

Hemorroides

En el tramo distal del canal anal es normal la presencia de unas estructuras a modo de «cojines», constituidas por tejido vascular principalmente, denominadas plexos hemorroidales.
Cuando, de la alteración de estas estructuras se deriva una sintomatología (sangrado, dolor, salida al exterior, etc.), se habla de enfermedad hemorroidal o hemorroides.
La patología hemorroidal es multifactorial, es decir, muchas causas pueden influir en el desarrollo de las hemorroides.
Sin embargo, la más directamente relacionada con esta patología es el estreñimiento asociado a la realización de un esfuerzo defecatorio frecuente y constante.
Otras posibles causas de la patología hemorroidal son la diarrea (por la irritación química de las heces líquidas sobre las hemorroides), la ingesta de ciertos alimentos (picantes, alcohol, etc.), el embarazo (motivadas por la presión que el feto ejerce sobre la circulación del retorno a venoso a nivel de la pelvis) e incluso factores hereditarios.

El tratamiento de la patología hemorroidal va a estar en función de la intensidad de la sintomatología que se presente.
Aplicación de tratamientos tópicos mediante cremas, pomadas, supositorios etc. Estos compuestos suelen presentar una asociación de anestésicos locales, antiinflamatorios (corticoides etc.), descongestionantes venosos, etc. Las cremas antihemorroidales, deben usarse durante un tiempo limitado (no más de 5-7 días, porque le pueden provocar más sangrado).

Cuando la enfermedad se encuentra más evolucionada, sobre todo cuando la dilatación de las hemorroides y el prolapso hacia el exterior es mayor, se puede intentar la realización de tratamientos intermedios antes de la cirugía, como son las inyecciones esclerosantes, la fotocoagulación con infrarrojos (CIR) o con láser, la electrocoagulación, la criocirugía o la colocación de bandas elásticas.
Estos tratamientos solamente se realizan en caso de hemorroides internas y su grado de eficacia depende de lo avanzado de la enfermedad.

Cuando todo lo anterior no logra controlar los síntomas de la enfermedad está indicada la realización de una hemorroidectomía quirúrgica, es decir, la extirpación de los plexos patológicos mediante cirugía.

Cirugía de hígado y vías biliares

La extirpación de una parte del hígado se denomina hepatectomía. Esta operación tiene diferentes variantes de acuerdo a la parte del hígado que se deba remover. El hígado tiene dos “mitades” llamadas hemi-hígados. Estas mitades no tienen la misma forma y cada una de ellas se subdivide (la derecha en 4 segmentos y la izquierda en 3) Hay otra parte del hígado, más pequeña y profunda y que no depende de las anteriores (segmento 1) Cada uno de los 8 segmentos del hígado puede ser extirpado de manera independiente.

Dado que la vesícula biliar tiene una íntima relación con el hígado (se encuentra adosada a su cara inferior) existen algunas ocasiones en que se debe extirpar junto con la porción del hígado a remover. La función de la vesícula biliar es concentrar la bilis que produce el hígado. La bilis es un “detergente” que facilita la digestión de los alimentos con alto contenido en grasas. Este detergente concentrado se libera de la vesícula hacia el intestino a través de los conductos biliares (que son conservados durante la hepatectomía o reconstruidos en determinadas circunstancias) Ante la falta de vesícula, la bilis estará menos concentrada y llegará al intestino con un menor poder de digestión. Esta función se adaptará progresivamente y los pacientes sin vesícula podrán tener una dieta amplia con el tiempo.

• Tumores malignos de hígado primarios y metastásicos.
• Tumores benignos de hígado (adenomas, hiperplasia nodular focal, hemangiomas, entre otros).
• Quistes del hígado.
• Tumores malignos de páncreas.
• Tumores quísticos del páncreas.
• Tumores benignos del páncreas.
• Tumores periampulares.
• Cáncer de la vía biliar.
• Cáncer de vesícula.
• Enfermedad quística de la vía biliar.
• Cálculos de la vesícula.
• Pólipos de la vesícula.
• Estenosis de la vía biliar.
• Tumores neuroendocrinos del hígado y páncreas.
• Tumores benignos y malignos del duodeno.
• Lesiones de la vía biliar.
• Pancreatitis aguda y crónica.

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